¿Cuánto consume una vitrocerámica?

Los electrodomésticos concentran la mayor parte del gasto energético de un hogar. De hecho, muchas veces se toma la decisión de contratar tarifas de luz con discriminación horaria según se tenga la posibilidad de utilizarlos en los tramos más baratos o no.

De todos los electrodomésticos, la vitrocerámica es uno de los que más consumen por cada uso. Por suerte, solo se enciende de forma puntual. Aunque depende mucho de la marca y la eficiencia energética de cada vitrocerámica, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), una vitrocerámica consume de media entre 1200 y 2500 W/h. Es decir, si se utiliza durante una hora al día, el consumo se sitúa entre 430 kWh y 900 kWh al año. Esto supone en torno al 15 % del gasto energético total de una vivienda.

Ventajas y desventajas de las vitrocerámicas

Las vitrocerámicas son el modelo de cocina más extendido. Consisten en un cristal vitrocerámico y una fuente de calor, las resistencias, que se calientan e irradian calor, calentando todo lo que está en contacto con el cristal.

Su principal ventaja es que son las cocinas eléctricas más baratas.

Las placas de inducción, al utilizar una tecnología más sofisticada, son más caras. Por otra parte, la instalación de una cocina de gas también es más costosa que la de la instalación eléctrica. Otra de las ventajas es que se puede utilizar cualquier clase de material para cocinar. Al irradiar calor, todo objeto que se coloque encima se calentará. Además, también conservan calor residual, por lo que se puede terminar de cocinar los alimentos incluso con la vitro apagada.

Entre las desventajas encontramos que, al no focalizar el calor en un punto, se tarda más en calentar la comida. La eficiencia energética es menor, llegando a utilizarse hasta solo un 50 % de la energía que se consume si el recipiente no es del tamaño adecuado. Al igual que se puede utilizar el calor residual para terminar de cocinar, la placa permanece caliente y se corre riesgo de quemaduras. El cristal, además, requiere un cuidado especial para que no se deteriore.

Comparaciones con otros dispositivos

Una vez que se tiene claro cuánto consume la vitrocerámica, podemos preguntarnos si es la mejor opción para nuestra cocina. Elegir el tipo de cocina que se instala puede suponer un gran ahorro, especialmente en el largo plazo. Para ayudar a tomar la mejor decisión, vamos a comparar las vitrocerámicas con otros tipos de electrodomésticos.

Vitrocerámica vs placa de inducción

Las placas de inducción fueron la última revolución en la cocina. Tiene varios avances tecnológicos que permiten ahorrar tiempo y energía. Sin embargo, y aunque parezca una paradoja, ponerlas en funcionamiento consume más energía, entre 1500 y 2000 W/h de media. Además, son más caras que las vitrocerámicas y, por la forma en la que calientan los alimentos, requiere utilizar recipientes específicos (ferromagnéticos).

Por otro lado, son mucho más eficientes que las vitrocerámicas. Solo calientan el recipiente, por lo que la pérdida de calor es mínima. La transferencia de energía es prácticamente instantánea, por lo que se pueden conseguir altas temperaturas en poco tiempo. También es más difícil que haya quemaduras. Esta eficiencia energética hace que, a largo plazo, pueda llegar a consumir menos que las vitrocerámicas.

Vitrocerámica vs cocina de gas

Las cocinas de gas todavía están presentes en muchos hogares, además de en multitud de restaurantes. Hay dos razones por las que conviene plantearse utilizar una cocina de gas. La primera de ellas es que el gas natural es más barato que la electricidad, por lo que hay un ahorro económico claro. La segunda es que, al poderse regular la potencia del fuego, se puede controlar con muchísima precisión la forma de cocinar.

Por tanto, la ventaja que tiene la cocina de gas frente a las vitrocerámicas es obvia: son más baratas. No obstante, también se deben considerar las desventajas, especialmente en hogares en los que no se cocine mucho. El gas es considerablemente más peligroso que las cocinas eléctricas. Requiere un mantenimiento constante y de la mano de especialistas para evitar fugas que puedan desatar explosiones o incendios. Además, ensucian más la cocina y los utensilios. Si no se cocina mucho, el ahorro no es tan significativo.

Vitrocerámica vs horno

Hay ciertos platos que pueden hacerse tanto en una vitrocerámica como en el horno. Por tanto, también debemos preguntarnos cuál de estos electrodomésticos consume menos. Y la respuesta está clara: el horno gasta entre 200 y 400 kW al año si se usa bien. Para ello, se deben cocinar platos grandes o varios platos al mismo tiempo, ya que la fase que más energía consume es el precalentamiento. Además, tampoco es recomendable abrir la puerta frecuentemente para comprobar el estado de los alimentos, pues se pierde calor. Este mismo calor se puede utilizar de forma residual en los minutos finales del cocinado para ahorrar energía.

Vitrocerámica vs freidora de aire

Las freidoras de aire, o air fryer, llegaron recientemente a nuestras cocinas. En esencia, funcionan como un horno de convección en miniatura, es decir, que es un pequeño electrodoméstico ideal para personas que vivan solas o parejas que no necesiten cocinar mucha cantidad. Al ser más pequeño, lógicamente consume menos que un horno, a veces incluso tres o cuatro veces menos.

La comparación, por tanto, es similar a la que podemos hacer con el horno. Bien utilizado, ahorra más energía que la vitrocerámica. Además, en caso de querer freír comida, la freidora de aire es una alternativa más saludable.

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Consumo fantasma

Las vitrocerámicas son uno de los electrodomésticos en los que se pone más el foco cuando hablamos de consumo fantasma. Llamamos consumo fantasma a la electricidad que utilizan los aparatos eléctricos cuando no están en funcionamiento, es decir, cuando están en standby. En otros dispositivos, como los televisores o las regletas, es más fácil ver este estado ya que se marca con un indicador luminoso. Sin embargo, las vitrocerámicas pueden pasar más desapercibidas.

La mayoría de ellas cuentan con pantallas táctiles. Para que se encienda al poner un dedo sobre los botones, debe tener dedicado un circuito con cierta energía. De igual modo, los sensores que detectan la temperatura de los fogones y activan señales luminosas para alertar del peligro de quemaduras también siguen funcionando aunque no haya ningún fuego encendido. Todo ello consume electricidad. Según estimaciones de DIAE, el consumo fantasma supone entre un 7 y un 11 % del consumo total de un hogar medio.

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